¡Enséñale a tu hijo el bien, háblale de Dios!
Cuando, intranquilos porque el hijo peca, los padres le reprenden, seguramente provocarán el resultado opuesto.
La oscuridad, como consecuencia de la caída del hombre, no podría jamás llevarlo a la luz. La luz desvanece la oscuridad, porque ésta no tiene ser, no tiene esencia. Existe, sin embargo, una situación en la cual Dios Todopoderoso le da un cierto valor, con gran sabiduría, para nuestro bien. ¿Cómo? Por medio del arrepentimiento. Veo mi maldad, mi pecado, me arrepiento, lloro, me dejo conducir a Dios, asumo mis culpas, trabajo en el discernimiento, en la paciencia, cultivando, así, un hombre nuevo, que nace de la contrición. Luego, el bien no brota del mal, sino del arrepentimiento, que no es sino otra “mente” que Dios coloca en el corazón.
Cuando, por ejemplo, intranquilos porque el hijo peca, los padres le reprenden, seguramente provocarán el resultado opuesto. Porque si peca es porque quiere; pero luego discutirá contigo, predicador de la virtud. Por otro lado, él teme pecar, pero una vez se libre de ti, se dejará llevar nuevamente al mal. La coerción no podrá jamás obtener un resultado bueno.
Enséñale el bien a tu hijo, enséñale quién es Dios. Háblale con todo tu corazón, ilumínale la conciencia con tu propio deseo y experienca espiritual y, entrando Dios en él, aprenderá a amarlo. Puede que insulte, que peque, pero teniendo en él la semilla de Dios, que es muy fuerte, ésta hará que brote un nuevo vástago, que florezca una vida nueva. Tal es la contrición. Es decir, le has dejado libre, le has respetado, le has hablado con la verdad, le has revelado lo que hay en tu corazón y lo bello que es. Entonces, él dirá: “¡Pero qué vida tan terrible tengo! ¡Qué pecados, los míos! «Me levantaré y volveré donde mi padre»" (Lucas 1 5, 18). Y el retoño de la contrición produce nuevos frutos en nosotros. Así es como Dios consigue la salvación de alguien, incluso hallándose en las fauces del lobo.
(Traducido de: Arhimandrit Emilianos Simonopetritul, Sfântul Isihie, cuvânt despre trezvie, Editura Sf. Nectarie, p. 101-103)