Palabras de espiritualidad

Jugar en la iglesia, tomando a Cristo de la mano

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Cuando el niño comenzaba a retorcerse, a quejarse, a preguntar una y otra vez si la Liturgia ya iba a terminarse, mejor lo dejaba salir. Sin embargo, le pedía que, aún estando en el atrio, se comportara de forma correcta: sin gritar, sin pasearse en la bicicleta, sin jugar ruidosamente. Le decía: “Descansa, pero no olvides que estás frente al rostro del Señor... que no te dé vergüenza volver a entrar a la iglesia”.

¿Cómo enseñar a nuestros hijos a que amen asistir a la iglesia? ¿Conseguía Usted que sus hijos estuvieran tranquilos durante los oficios más extensos?

—Nuestros niños decían: “En la parroquia de papá, si te pones de pie, así debes permanecer toda la Liturgia... no hay cómo estarte moviendo todo el tiempo”. En lo que respecta a la iglesia, el padre era estricto, de tal forma que a veces me preocupaba que esa severidad alejara a nuestros hijos de ella, porque en otros sitios pude escuchar a algunos pequeños decir, “La iglesia es el lugar en el que los niños se aburren estando horas y horas de pie”. ¡Dios nos libre que los nuestros piensen así!

Un sacerdote le dijo un día a mi esposo: “Tengo un hijo de doce años y otro de catorce; ni ofreciéndoles un pastel podrías conseguir que vayan a la iglesia...” Para que no me sucediera esto, nunca forcé a mis hijos a estar en la iglesia. Cuando el niño comenzaba a retorcerse, a quejarse, a preguntar una y otra vez si la Liturgia ya iba a terminarse, mejor lo dejaba salir. Sin embargo, le pedía que, aún estando en el atrio, se comportara de forma correcta: sin gritar, sin pasearse en la bicicleta, sin jugar ruidosamente. Le decía: “Descansa, pero no olvides que estás frente al rostro del Señor... que no te dé vergüenza volver a entrar a la iglesia”. Gracias a Dios, mis hijos crecieron amando a Dios y eligieron el camino sacerdotal.

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* De una entrevista con Natalia Nikolaevna Sokolova, autora del libro “Bajo la protección del Altísimo”. Natalia Nikolaevna Pestova (Sokolova, después de casarse) nació en 1925, hija del conocido químico y escritor ruso Nikolai Pestov. La vida de Natalia Nikolaevna “es” su familia: su esposo es sacerdote, tiene cinco hijos, es ya abuela y bisabuela. Todos sus hijos eligieron el camino de la iglesia: uno es obispo, dos son protoiereos. Sus dos hijas cantan en el coro de sus parroquias.

(Traducido de: Dr. Dimitri Avdeev, Ioana Besedina, Femeia şi problemele ei: perspectiva psihiatrului ortodox, traducere din limba rusă de Eugeniu Rogoti şi Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2011, pp. 123-124)