La más rica herencia que los padres pueden dejarle a sus hijos, es una infancia feliz, llena de recuerdos tiernos con papá y mamá. Esta será la luz de los días futuros, librándolos de las tentaciones y ayudándolos en las pruebas de la vida diaria, cuando hayan abandonado ya la casa paterna. Los padres deben manifestarse como quieren que sus hijos los vean, no con palabras, sino con actos. Deben instruir a los pequeños con el ejemplo de su propia vida.

(Traducido de: Cum să educăm ortodox copilul, Editura Sophia, București, 2011, p. 144)