Palabras de espiritualidad

La misericordia

    • Foto: Stefan Cojocariu

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La misericordia es una de las virtudes más profundas en las que se fundamenta nuestro cristianismo. No se puede avanzar sin misericordia.

La misericordia es una de las virtudes más profundas en las que se fundamenta nuestro cristianismo. No es posible avanzar sin ella. Recuerdo ahora una hermosa imagen, entre esas que uno guarda de las vidas de los santos o gracias a los grandes escritores, de “Los hermanos Karamazov”, de Dostoyevski. Es aquella de cuando viene un joven al monasterio, buscando al padre Zósimo para decirle que quiere hacerse monje. Y la primera prueba, como candidato a la vida monacal, es la referente a la “obediencia desde el corazón”. Entonces, el stárets conduce al recién venido a una de las celdas del monasterio, mientras le dice: “¡A partir de hoy tendrás que cuidar de este anciano!”. Cuando entran a la celda del anciano, el joven, que tiene un olfato muy delicado, siente que le golpea el olor del aire encerrado de la pequeña habitación. “¿Qué tengo que hacer?”, pregunta el muchacho. Señalando al anciano, el stárets dice: “Lo tienes que bañar, traerle comida de la cocina, leerle el sinaxario y la Biblia, hacer con él las oraciones de la mañana, de la noche... En fin, cumplir con todas las reglas de la vida monacal. Pero, especialmente, tu principal tarea será cuidar de él, lavarlo, atenderlo como si fuera un niño pequeño”. El joven acepta y se queda uno, dos, tres días ayudando al anciano monje. Al terminar el tercer día, corre a buscar al stárets: “¡Padre, no puedo quedarme! ¡Es realmente muy difícil!”. “Hermano, vuelve a la celda, intenta acercarte a los dolores del anciano, a su sufrimiento. Puede que mañana sea yo el que necesite de cuidado y auxilio... ¿o tú mismo?”. El muchacho vuelve a la celda y se queda por un corto tiempo. Después, nuevamente busca al stárets: “¡Padre, es una tarea muy pesada!”. “Querido hermano, inténtalo otra vez. Si no puedes, ven a decírmelo”. Al día siguiente, el muchacho vuelve y le dice al padre: “¡No, no puedo!”. “Está bien, querido hermano. Lo mejor es que te vayas por donde veniste, porque no eres bueno...”.

(Traducido de: Părintele Iustin Pârvu, Daruri Duhovnicești, Editura Conta, 2007, p. 77)