La sabiduría divina y lo creado
Para los cristianos, el Ser, la Verdad y la Vida no son un “qué”, sino un “quién”.
Cuando contemplamos la sabiduría divina en la belleza del mundo creado, nos sentimos fuertemente atraídos por la belleza infinita del Ser Divino, que nos fuera revelada por Cristo. Para nosotros, el Evangelio es la auto-revelación divina. En nuestra esperanza de hacer de la palabra del Evangelio la substancia de nuestra existencia entera, nos vemos liberados —por el poder de Dios— de la esclavitud de las pasiones. Cristo es el único Salvador, en el verdadero sentido de la palabra. La oración cristiana se realiza con la invocación constante de Su Nombre: “Señor Jesucristo. Hijo del Dios Vivo, ten piedad de nosotros y de tu mundo”. Y, aunque en su realización, la última oración en el Nombre de Cristo une plenamente al hombre con Él, la hipóstasis humana no se ve anulada, no se pierde en el Ser Divino, como lo haría una gota de agua en un océano. “Yo soy la Luz del mundo... Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 8,12; 14, 6). Para los cristianos, el Ser, la Verdad y la Vida no son un “qué”, sino un “quién”.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie Saharov, Rugăciunea experienţa Vieţii Veşnice, Editura Deisis, Sibiu, 2007, p. 162)