La Señal que es una confesión de fe para los cristianos
Según sea la forma en que nos persignamos, los demás verán qué lugar tiene Dios en nuestro corazón.
La Señal de la Santa Cruz se hace así: doblamos y pegamos a la palma de nuestra mano derecha el dedo meñique y el anular; después, juntamos las puntas del dedo pulgar, el índice y el medio (de la misma mano), y con ellos juntos nos tocamos la frente, el pecho, el hombro derecho y el hombro izquierdo.
Toda oración comienza con la fórmula: “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén”, acompañada de la Señal de la Santa Cruz, así: cuando decimos: “En el nombre del Padre…”, nos tocamos la frente; cuando decimos: “Y del Hijo”, nos tocamos el pecho; cuando decimos: “Y del Espíritu Santo”¸ nos tocamos el hombro derecho, primero, y después el izquierdo; y cerramos diciendo: “Amén”.
Hacerse la Señal de la Cruz es una costumbre cristiana muy antigua: se sabe que era practicada ya en tiempos de los Apóstoles. Hacemos la Señal de la Cruz acompañada de cualquier oración pronunciada en voz alta y también cuando pasamos frente a una iglesia o alguna cruz instalada a un lado del camino; asimismo, cuando comenzamos y cuando terminamos cualquier actividad, como dice Tertuliano († 240), “A cada paso y a cada acto nos marcamos… con la Señal de la Santa Cruz”.
Al persignarnos tenemos que pensar en la grandeza del Altísimo, en Cuyo nombre estamos orando. Por eso, no tenemos que persignarnos deprisa, por mucho que nuestras actividades apremien. Según sea la forma en que nos persignamos, los demás verán qué lugar tiene Dios en nuestro corazón.
(Traducido de: Învățătura de credință ortodoxă, Editura Doxologia, 2009, p. 195)