Palabras de espiritualidad

La vida espiritual es algo que se siente, aunque no se vea

  • Foto: Silviu Cluci

    Foto: Silviu Cluci

Nuestra propia existencia se vuelve como un gran instrumento que recibe y transforma la Gracia de Dios, unida a nuestra decisión de actuar, de hacer algo.

Es un gran error cuando algunos dicen: “¡Reprendí al demonio!”, porque al demonio le agrada mucho entablar diálogo con el hombre. ¡No discutas con él, sino ora! El maligno huye de la oración que tú elevas. Si sientes que de algún modo te atormenta físicamente o te perturba de manera extraña, ora a Cristo diciendo: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Esta es una oración que siempre está a nuestro alcance. Pero no la repitas deprisa, agitado, sino con calma y dominio de ti mismo. Porque —y lo repito, pues estoy seguro de habértelo dicho antes—, sea cual sea la causa de una tristeza desalentadora o de una aflicción que lleva a la desesperanza, su origen está siempre y únicamente en el demonio.

La Gracia de Dios no desciende allí donde hay tristeza o abatimiento, porque no sabrías cómo manejar una riqueza tan grande y terminarías desperdiciándola. Por eso, por Su sabiduría, la Gracia de Dios no se manifiesta donde reina la turbación, sino donde hay paz del alma. Allí, nuestra propia existencia se vuelve como un gran instrumento que recibe y transforma la Gracia de Dios, unida a nuestra decisión de actuar, de hacer algo, y así llegamos a la medida del hombre perfecto, por no decir que llegamos a ser como dioses, por la Gracia, por supuesto.

Sin embargo, sobre el fondo de una alegría serena, la vida espiritual no siempre se ve, pero sí se siente. Percibes cierto orgullo. En cambio, la humildad casi no se siente. No hay hombre que diga tal cosa como: “Yo soy humilde”. Y, sin embargo, se percibe una alegría interior, porque hay un estremecimiento dulce en la relación viva y cálida con el mundo.

(Traducido de: Părintele Arsenie Papacioc, Despre armonia căsătoriei, ediție îngrijită de Ieromonahul Benedict Stancu, Editura Elena, Constanța, 2013, pp. 16-17)