Las armas que Dios nos pone al alcance para luchar contra el enemigo de nuestra salvación
Incluso en cualquier momento de turbación, repite desde lo profundo de tu corazón: “Es por mis pecados que sufro todo esto. ¡Señor, líbrame del maligno!”.
No olvidemos que contamos con tres armas en contra del demonio: en primer lugar, el Nombre del Señor y el de la Madre del Señor, de los cuales dice San Juan Clímaco: “Un arma más poderosa no hay, en el cielo y en la tierra, que el Nombre de Dios”.
La segunda arma es la Santa Cruz. (Me gustaría preguntarles a los que rechazan la Cruz: ¿con qué signo o señal se protegen del maligno?). De hecho, no tienen ninguna señal, porque (el demonio) no les deja hacérsela. No en vano la Iglesia le agradece así a Cristo por el don de la Santa Cruz: “Como un arma invicta contra el demonio, Tu Cruz nos concediste”.
Y la tercera arma de defensa es la humildad del alma. Luego, incluso en cualquier momento de turbación, repite desde lo profundo de tu corazón: “Es por mis pecados que sufro todo esto. ¡Señor, líbrame del maligno!”. Con esto, dirige tu corazón Dios, sin importar qué clase de pensamientos te asalten, y somete tu mente, porque el Padre ve el esfuerzo del hijo y jamás lo abandona.
(Traducido de: Ieromonahul Arsenie Boca, Cărarea Împărăției, ediție îngrijită de Preot Prof. Simion Todoran și Monahia Zamfira Constantinescu, Editura Sfintei Episcopii Ortodoxe Române a Aradului, 1995, pp. 25-26)