Palabras de espiritualidad

Las murmuraciones y las críticas hieren el alma, más de lo que podríamos imaginarnos

  • Foto: Magda Buftea

    Foto: Magda Buftea

A esa persona que ayer amabas, considerándola buena y virtuosa, no la juzgues hoy, murmurando en contra suya y tomando como pretexto tus propias palabras. Mas bien sigue encomiándola, aunque la tristeza te domine.

A tu hermano, a quien hasta ayer considerabas un hombre espiritual y virtuoso, no lo juzgues hoy como si fuera un truhán y un malhechor, porque es el demonio quien te ordena odiarlo. Tú, con tu pacientísimo amor, teniendo en mente sus buenas obras realizadas hasta ayer, aleja el odio de tu alma.

A esa persona que ayer amabas, considerándola buena y virtuosa, no la juzgues hoy, murmurando en contra suya y tomando como pretexto tus propias palabras. Así conseguirás volver a tu amor salvador.

Cuando los demonios ven que despreciamos las cosas de este mundo, para no odiar en cambio a los demás y no perder el amor, levantan en contra nuestra las ofensas, de manera que, incapaces de soportar la tristeza, comenzamos a odiar al que es virtuoso.

No hay en el alma un dolor más grande que el de la humillación. Y trátese de la fe de alguien o de su conducta, no deja de ser blanco de las más duras críticas. Y nadie es capaz de permanecer indiferente cuando es denigrado, sino sólo aquel que vuelve sus ojos a Dios, Quien es el Único que puede librarnos de toda aflicción, mostrándole la verdad a los demás y consolando nuestra alma con la esperanza.

(Traducido de; Glasul Sfinţilor Părinţi, traducere Preot Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 298-299)