Las profundas implicaciones del ayuno
Tomar en serio este período de ayuno significa, ante todo, asumirlo al más profundo nivel posible como una interrogante espiritual que exige una respuesta, una decisión, un plan, un esfuerzo continuo.
Tomar en serio este período de ayuno significa, ante todo, asumirlo al más profundo nivel posible como una interrogante espiritual que exige una respuesta, una decisión, un plan, un esfuerzo continuo. Por esta razón, como bien sabemos, las semanas de preparación para el Ayuno Mayor fueron establecidas por la Iglesia. Se trata, pues, de un tiempo para dar esa respuesta, tomar esa decisión, realizar ese plan.
En este punto, el mejor camino, el más sencillo, consiste en seguir las directrices de la Iglesia, sumando a esto la meditación sobre los cinco temas evangélicos que se nos ofrecen en los cinco domingos del período previo al Ayuno: el de la búsqueda espiritual (Zaqueo), el de la humildad (el Publicano y el Fariseo); el del regreso del exilio (el Hijo Pródigo); el del juicio (el Estremecedor Juicio) y el perdón (la Expulsión de Adán del Paraíso). Estas parábolas no tienen como simple propósito que sean escuchadas en la iglesia; la idea es que cada quien las lleve a su hogar para reflexionar sobre ellas a la luz de aspectos tales como su propia vida, su situación familiar, sus obligaciones profesionales, sus preocupaciones materiales y su relación con los demás.
Si a esta meditación sumamos la oración propia de este período, “Ábreme las puertas de la contrición, oh, Dador de vida…” y el salmo 136: “Junto a los ríos de Babilonia...”, empezaremos a entender qué significa sentir con la Iglesia cómo un período litúrgico puede colorear nuestra existencia diaria.
Este es, igualmente, un tiempo propicio para leer algún libro religioso. El propósito de tales lecturas no es el de enriquecer nuestros conocimientos teológios. En primer lugar, nos ayudan a purificar nuestra mente de todo eso que hasta ahora la ha ocupado. Es increíble lo repleta que se mantiene nuestra mente con toda clase de preocupaciones e intereses, agitaciones y sentimientos, y lo poco que sabemos controlar dicha aglomeración. Leyendo un libro religioso, concentrando nuestra atención en algo totalmente distinto al objeto usual de nuestros pensamientos, conseguiremos crear en nosotros otra atmósfera mental y espiritual.
(Traducido de: Preotul Alexander Schmemann, Postul cel Mare, Editura Univers enciclopedic, București, 1995, pp. 96-97)