Palabras de espiritualidad

Las raíces veterotestamentarias del ayuno

  • Foto: Ioana Zlotea

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El ayuno constituye la expresión interior del regreso del hombre a Dios y revela la compunción y el arrepentimiento del pecador.

El valor religioso del ayuno queda evidenciado claramente desde las páginas del Antiguo Testamento. (El ayuno) constituye la expresión interior del regreso del hombre a Dios y revela la compunción y el arrepentimiento del pecador. Con el ayuno, el hombre se humilla ante Dios. Y esa humildad y compunción que le enseña el sufrimiento del ayuno le da al hombre el derecho de invocar con fervor la misericordia y el auxilio de Dios. Esta convicción del israelita piadoso se observa ya en muchos de los salmos del profeta y rey David (Salmos 34, 13; 68, 11; 108, 24).

Muchos de los Padres de la Iglesia, especialmente San Basilio el Grande, sostienen que el ayuno fue preceptuado ya en el Paraíso, con el mandato que Dios les dio a nuestros protopadres, prohibiéndoles comer “del árbol del conocimiento del bien y el mal” (Génesis 2, 16-17). Escribe el Gran Basilio: «Ven, como recorriendo la historia, para descubrir el origen del ayuno. Porque no se trata de un invento reciente. Es el tesoro de los padres. Todo lo que se diferencia de lo antiguo es vergonzoso [1]. Mira la antigüedad del ayuno. Es tan viejo como la humanidad misma, porque el ayuno fue ordenado, por primera vez, en el Paraíso, con aquellas palabras dichas a Adán: “No comerás del árbol del conocimiento del bien y el mal”». Y ese “no comerás” es la institución del ayuno y la templanza.

Dios le dio a Moisés el mandamiento del ayuno severo y diario. Es el ayuno que tenía lugar en la fiesta de la gran contrición o reconciliación (Levítico 16, 29, 30; 23, 27-33). Este es el único ayuno ordenado por la ley mosaica, y era muy estricto. Con este ayuno, los israelitas querían reconciliarse con Dios y pedirle que les perdonara sus pecados. Con el tiempo, otros ayunos fueron dispuestos también, como memoria de distintos sucesos religiosos y nacionales, o también de algunos acontecimientos desafortunados, como cuando Moisés rompió las tablas de la ley (Éxodo 32), o la caída de Jerusalén bajo el dominio de Babilonia (IV Reyes, 24-25; II Crónicas 36; Jeremías. 52, 4).

Afuera de los ayunos establecidos en el Antiguo Testamento, también hay otros días de ayuno no formalizados normativamente. En el tiempo de los Jueces, se ayunó por la decapitación de miles de israeleitas por parte de los hijos de Benjamín (Jueces 20, 25-26). Los israelitas también ayunaron por la inesperada muerte del rey Saúl (I Reyes, 31, 13). David y sus hombres también ayunaron cuando se les anunció la muerte de Saúl y sus hijos (II Reyes, 1, 11-12).

(Traducido de: IPS Symeon Koutsas, Postul Bisericii. De ce, cand si cum postim?, Editura Apostoliki Diakonia, Athena, 2011)

[1] Principio sostenido por Aristóteles en su Retórica, que dice que todo lo anterior tiene superioridad y autoridad moral en comparación con lo nuevo. Así, a la antigüedad se le concede un especial valor moral y filosófico por sí misma.  Ese mismo principio fue invocado por Cicerón en el mos maiorum.