Lo sublime de la virtud de la humildad
“Así como el alma es invisible y desconocida a los ojos del cuerpo, también el hombre humilde pasa inadvertido entre los demás”.
La humildad significa templanza, y “estas dos virtudes entronizan en el alma a la Santísima Trinidad”. La templanza brota de la humildad, y solo a través de la humildad la mante puede ser sanada y restituida a su plenitud. “De la humildad nacen la mansedumbre y la continencia, que representan la templanza de los sentidos”, “La humildad embellece el alma con la virtud de la templanza”. Cuando su mirada se dirige hacia el mundo, la persona humilde revela toda su personalidad a través de la humildad, imitando así al Dios encarnado. “Así como el alma es invisible y desconocida a los ojos del cuerpo, también el hombre humilde pasa inadvertido entre los demás”. No solo desea no ser visto ni reconocido por los demás, sino que anhela recogerse lo más profundamente posible dentro de sí, llegando a ser “como si no existiera en la tierra, como si aún no hubiera nacido, completamente desconocido incluso para su propia alma”.
(Traducido de: Părintele Iustin Popovici, Credința Ortodoxă și viața în Hristos, traducere de prof. Paul Bălan, Editura Bunavestire, Galați, 2003, p. 59)