Los jóvenes de hoy y el reto de volver a amar espiritualmente
Los jóvenes han encontrado la forma de “amar” de otra manera, no como ama Dios. Han encontrado la forma de amar “perfectamente”... sus cuerpos.
El amor entre dos jóvenes es santo sólo si representa el Amor entre las Personas de la Santísima Trinidad. Y este amor será perfecto sólo cuando aparezca esa tercera persona que complete la idea de la Santísima Trinidad. Hasta llegar al Sacramento del Matrimonio, los jóvenes imitan el amor entre Padre e Hijo. Así, con el Matrimonio y el descenso del Espíritu Santo, se santifica el momento en el que en su amor brote una tercera persona, completando la idea de la Trinidad: la llegada del primer hijo.
Siento que hablo sobre un asunto demasiado elevado. Pero tal es la naturaleza del misterio del amor entre dos jóvenes.
Sin embargo, ya que las cosas no son como deberían, es necesario poner los pies sobre la tierra y analizar la situación actual. Los jóvenes han encontrado la forma de “amar” de otra manera, no como ama Dios. Han encontrado la forma de amar “perfectamente”... sus cuerpos. Y esto, porque no han sabido, no han podido o no han tenido la paciencia de amar, en primer lugar, espiritualmente. Porque la mayoría de ellos desconocen que tienen alma, deteniéndose sólo en el cuerpo. Por eso, en el otro (o la otra) ven sólo un cuerpo, sólo la carne. Y, ya que la necesidad de amar no puede ser anulada, sino sólo pervertida, los jóvenes de hoy se aman sólo físicamente, se buscan sólo físicamente, se desean sólo físicamente. Sus almas han quedado “soterradas” y no dan señales de vida. Somos cuerpos y amamos físicamente, carnalmente, cual animales.
¿Y las consecuencias de esto? El amor, de hecho, ya no es amor. El afecto, la entrega y la unión tienen únicamente coordenadas físicas, carnales, sexuales. No hay nada espiritual, aunque podríamos jurar que no es así. Nada divino, aunque deseamos vehementemente el éxtasis, la plenitud, la unión, etc.
Por eso, esas relaciones son efímeras y no ayudan a alcanzar la eternidad. Lo que es carnal dura lo que el cuerpo. Lo que es carnal termina cuando nuestra carne pierde el impulso, el deseo, el antojo o el instinto.
(Traducido de: Părintele Paulin de la Putna, Iubire, spovedanie şi libertate, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 119-120)