Los padres de familia, instrumentos del Espíritu Santo
¿Podrías afirmar que todo lo que haces tiene el sello del Espíritu Santo?
Si el hombre no renuncia a sí mismo y no decide acercarse a Dios, se perderá y no conseguirá nada... el hecho que un obispo no debe tener sus propios proyectos ni su propia verdad, sino enseñar la palabra verdadera y ser otro Cristo, se puede aplicar también a los padres de familia. Un padre debe renunciar a sí mismo y acercarse verdaderamente a Dios, no sólo exteriormente. Ser de Dios, no como se lo dicte su mente, sino como Dios mismo lo quiere. Sólo entonces el hombre es capaz de evitar de cualquier desvío y caída, librándose de toda prueba y permaneciendo en el camino correcto.
Pero no depende de nosotros permanecer en el camino correcto. No depende de nuestras propias fuerzas, sino de la gracia de Dios. Y la gracia de Dios viene a nosotros y permanece con nosotros sólo si decidimos, como padres, devenir en instrumentos suyos, en herramientas del Espíritu Santo. Nuestro cristianismo actual es uno que lleva el sello de cada uno de nosotros, no el del Espíritu Santo. ¿Podrías afirmar que todo lo que haces tiene el sello del Espíritu Santo? ¿Podría el Espíritu Santo confirmarlo? Si así fuera, si el mismo Espíritu pudiera confirmar y certificar que ha puesto Su sello en ti, es que estás en el camino correcto.
Pero si lo que haces lleva tu propio sello, el de tus pensamientos, el de tus proyectos, entonces estás en un error. No importa cuán inteligente seas, cuán bueno seas, cuántos dones tengas... te engañas. Sólo hay un camino correcto: el de Cristo, por medio del Espíritu Santo. Uno sólo es el engaño: todo lo que no es en Cristo y en el Espíritu Santo. No importa si hay un engaño mayor que el otro. Tan sólo hay dos vías: una, verdadera y la otra, la del engaño.
Quien decida hacerse instrumento de Dios entenderá lo que estoy diciendo y el Espíritu Santo hablará en sus actos, en su vida cotidiana: “¡Así no... así!”, le dirá en secreto. Y no necesitará riquezas ni erudición. Tan sólo es necesario decidirse a abandonarse en Cristo y en el Espíritu Santo, entregándose con todo el corazón. Lo que hasta hoy hacía de una manera, tendrá que hacerlo de forma distinta. Contando con estas premisas, tenemos ya la oportunidad de hacer algo. Debemos dejar de vivir nosotros, de pensar nosotros, de planificar nosotros y de organizar nosotros. Debemos dejar de ser los dueños de algo que le incumbe sólo a Dios.
¿Hacemos algo por nuestros hijos? Lo que hacemos es obra de Dios. Que Dios nuestro Señor sea el Soberano, no nosotros. Que Él nos guíe. Que Él nos conduzca, que nos exhorte, nos ayude, que nos preceda en el camino que hemos de seguir y que Él sea el fin de nuestro camino. Todo esto nos ayudará a alcanzar una verdadera vida espiritual, ofrecerles una buena educación a nuestros hijos y a engendrar, en sus corazones, con la ayuda de Dios, una vida espiritual auténtica.
(Traducido de: Arhim. Simeon Kraiopoulos, Părinți și copii, vol. I, Editura Bizantină, p. 103-105)