Los pecados pequeños abren la senda a los más grandes
De la dejadez manan los desvíos más inútiles. De la búsqueda de diversión, la ebriedad. De la ebriedad, el desenfreno y la violencia. Y la violencia lleva a los golpes, incluso, al homicidio.
Los pecados pequeños son usualmente despreciados, considerados sin importancia, inofensivos. ¡Hay algunos que hasta piensan que son permitidos! Puede suceder que la persona consulte a algún confesor inexperto, y éste le diga, “¡Eso no es pecado! ¡Háblame de algo más importante!”. Naturalmente, la persona regresará a casa descontenta con el sacerdote. Porque ella siente que sus pecados menores, incontables en número, cual partículas de polvo se han ido acumulando pesadamente sobre su alma y, cada vez que sopla el viento, se levantan formando una nube, ensuciando su atmósfera espiritual e impidiéndole respirar.
Los pecados pequeños abren la senda a los más grandes. Así, de la dejadez manan los desvíos más inútiles. De la búsqueda de diversión, la ebriedad. De la ebriedad, el desenfreno y la violencia. Y la violencia lleva a los golpes, incluso, al homicidio. En consecuencia, “el pecado menor” de la desidia se convierte en la causa que nos lleva a cometer pecados mortales.
(Traducido de: Arhimandrit Serafim Alexiev, Tâlcuire la Rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, traducere din limba bulgară de Gheorghiță Ciocioi, Editura Sophia, București, 2011, pp. 23-24)