Palabras de espiritualidad

Los peligros de calumniar a nuestros semejantes

    • Foto: Constantin Comici

      Foto: Constantin Comici

Quienes hayan calumniado a sus semejantes, especialmente a los sacerdotes, han abierto la senda para que entren los demonios, dejándeose poseer por estos.

La calumnia es peor que la difamación, porque al difamar divulgas algo (malo) que ha hecho tu semejante, en tanto que al calumniar propalas algo que no hizo tu semejante, ¡algo que es fruto de tu maldad y de tus propias pasiones! Una navaja afilada es tu lengua” (Salmos 51, 1). “Por eso Dios te aplastará” (Salmos 51, 4). Quienes hayan calumniado a sus semejantes, especialmente a los sacerdotes, han abierto la senda para que entren los demonios, dejándeose poseer por estos.

San Gregorio el Taumaturgo, obispo de Neocesarea, estudió, en su juventud, en la entonces próspera ciudad de Alejandría. Era un estudiante modelo, y muchos de sus compañeros lo envidiaban. Era tal el resentimiento que tenían contra él, que buscaron la forma de humillarlo. Así, contrataron a una prostituta, a quien le dijeron: “Queremos que digas que Gregorio estuvo contigo. Te pagaremos muy bien” Entonces, cuando Gregorio estaba platicando con unos amigos en la plaza, la mujer se le acercó y empezó a dar voces: “¡Aún no me has pagado lo que me debes desde que estuviste conmigo en el burdel! ¡Quiero mi dinero! ¡Ahora!”. Gregorio permaneció impávido. La mujer siguió gritando, así que, para que se tranquilizara y se fuera, Gregorio le pagó. Sin embargo, en ese mismo instante la mujer fue poseída por el maligno: cayó al suelo y los ojos parecían salírsele de sus órbitas; empezó a dar alaridos, tirándose del pelo y mordiéndose los brazos. Todos los presentes se apartaron llenos de pavor. Gregorio se arrodilló al lado de la mujer y empezó a orar, hasta que el demonio la dejó en paz. Después, incorporándose, esta les contó la verdad a todos. (...)

Recuerda: ¡es posible que, al calumniar —especialmente a personas santas—, le estés abriendo la puerta de tu alma al maligno, que todo el tiempo se mantiene al acecho, esperando la menor ocasión para venir a dominarte!

(Traducido de: Arhimandritul Vasilios BacoianisVorbele pot răni – cum să nu greșim prin cuvânt, traducere Pr. Șerban Tica, Editura Tabor, pp. 68-69, 71)