Los siete niveles del ayuno
Siete son los grados del ayuno, es decir que siete son las clases de alimento para el hombre...
a. Los “carnívoros”, quienes siempre comen carne. Estos se hallan en el nivel más bajo del ayuno, aunque algunas veces se abstengan de comer ciertas cosas. Es imposible que avancen en la oración.
b. Los “lacto-vegetarianos”, quienes nunca consumen carne, sino solamente leche, quesos, huevos, y toda clase de verduras hervidas. Este es el segundo peldaño del ayuno, practicado usualmente por los monjes de los monasterios de tradición cenobita y, raras veces, por los laicos.
c. Los Vegetarianos, que comen solamente plantas y vegetales hervidos o crudos. Este es el tercer nivel del ayuno, practicado por los monjes más devotos. A partir de este punto empiezan los grados más severos del ayuno, practicados, habitualmente, por los monjes ascetas y los ermitaños más decididos.
d. Los que comen sólo pan y frutas, una vez al día, sin probar jamás ninguna otra clase de alimentos. Quien ha alcanzado este nivel de ayuno, es capaz de dominar con facilidad su cuerpo y pensamientos, avanzando rápidamente en el camino de la oración.
e. Los que comen solamente cereales forman el quinto nivel del ayuno. Este lo alcanzan los monjes, especialmente ascetas, que comen una vez al día un trozo de pan negro de cereales y granos remojados, de trigo, maíz, mijo, lenteja, judías (frijoles), arvejas, etc.
f. Los alimentos secos constituyen el sexto peldaño del ayuno monacal. Quienes alcanzan este nivel de privación comen solamente trocitos de pan humedecidos en agua, con sal o un poco de vinagre, una vez al día y con medida. Así ayunaban los anacoretas del área del Nilo.
g. El alimento o maná divino es el último y más alto nivel del ayuno monacal, al cual acceden muy pocos ascetas y sólo después de un prolognado esfuerzo, fortalecidos por el don del Espíritu Santo. Estos se alimentan solamente con los Santísimos Sacramentos, es decir, con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que reciben una o dos veces a la semana, sin ingerir, el resto del tiempo, nada más que agua.
(Traducido de: Ieromonah Ioanichie Bălan, Convorbiri duhovnicești, Episcopia Romanului și Hușilor, vol I, 1984, pp. 338-339)