Más oración y menos palabras. Cómo guiar a nuestros hijos
Ora y, sólo después, comienza a hablar. Así debes actuar con tus hijos. Si les das consejos sin parar, los aburrirás y, al crecer, experimentarán una suerte de aflicción. Debes preferir, entonces, la oración. Di: “Señor Jesucristo, ilumina a mi hijo. A Ti te lo confío. Tú me lo diste, pero yo soy débil y no sé cómo guiarlo. ¡Por eso, te ruego, ilumínalo!”.
Ora y, sólo cuando sea necesario, háblale a tu hijo, con amor. Recuerda: ora más que hablar. A los padres de familia les digo: no nos hagamos inoportunos, mejor oremos en silencio y sólo después, hablemos. Y Dios nos confiará interiormente si nuestro hijo ha recibido nuestras palabras. Si no lo ha hecho, no hablemos más. Tan sólo oremos en secreto. Si hablamos mucho, nos hacemos impertinentes, creando animadversión en los otros, incluso gresca. Por eso, lo mejor es hablar en secreto, directo al corazón de los demás, por medio de la oración silenciosa.
Ora y, sólo después, comienza a hablar. Así debes actuar con tus hijos. Si les das consejos sin parar, los aburrirás y, al crecer, experimentarán una suerte de aflicción. Debes preferir, entonces, la oración. Háblales con tu oración. Cuéntaselo todo a Dios, que Él les hablará al corazón. Es decir, no es tan importante aconsejarlos en voz alta, para que te escuchen solamente con sus oídos. No es que no debas hacerlo, pero lo más importante es, en primer lugar, hablarle a Dios de nuestros hijos.
Di: “Señor Jesucristo, ilumina a mi hijo. A Ti te lo confío. Tú me lo diste, pero yo soy débil y no sé cómo guiarlo. ¡Por eso, te ruego, ilumínalo!”. Y Dios le hablará, y él responderá: “¡Pero cuánto he hecho sufrir a mi madre!”. Y esto, con la gracia de Dios, saldrá de su corazón.
(Traducido de: Ne vorbește părintele Porfirie, traducere de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Bunavestire, Galați, 2003, pp. 334-335)