Mejor que juzgar, orar por el otro
Todos tenemos que estar atentos a no juzgar a nadie, procurando mantener ante nuestros ojos aquellas palabras: “Orad sin cesar”, y “velad y orad, para no caer en la tentación”.
Juzgar y condenar a los demás es el pecado más grande que hay, porque nos aparta totalmente de Dios. Por eso, cuando sientas que te acomete esa tentación, desciende tu mente al infierno y dile: “¡Ven conmigo, que te llevaré con el gusano que no decansa! ¡Ven y te llevaré a la oscuridad más profunda, al fuego eterno! ¿Ves? Toquemos un poco ese fuego…”. Tienes que estar muy atento, porque estás luchando contra un león, uno que hasta los santos no pudieron vencer por completo, desconcertando aun a los más grandes ascetas.
En conclusión, todos tenemos que estar atentos a no juzgar a nadie, procurando mantener ante nuestros ojos aquellas palabras: “Orad sin cesar”, y “velad y orad, para no caer en la tentación”.
(Traducido de: Stareța Macrina Vassopoulos, Cuvinte din inimă, Editura Evanghelismos, p. 155)