Midamos nuestras palabras, especialmente al hablar de los demás
¡Atención a lo que dices, hermano! No murmures contra tus semejantes, para no ensuciarte por dentro.
Si vieras a alguien arrojándose a un charco lleno de fango y suciedad, para revolcarse en él, llenando el aire de un hedor insoportable, ¿acaso pasarías a su lado sin reprenderlo? ¡Por supuesto que no! Bien, que este ejemplo te sirva para saber cómo tienes que actuar con aquellos que murmuran y condenan a otros. Y piensa que la suciedad del charco no castiga tanto a la naríz, como golpean en el alma los chismes sobre la vida de los demás.
Entonces, ¡atención a lo que dices, hermano! No murmures contra tus semejantes, para no ensuciarte por dentro. No caigas en ese charco lleno de lodo; al contrario, haz coronas de rosas, claveles y otras flores. No te llenes la boca de estiércol; mejor bebe el dulce licor de las flores, como la abeja, y haz miel con él.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Problemele vieții, Editura Egumenița, Galați, p. 43)