Orando de rodillas, pero con la mente volando en cualquier dirección. ¿En dónde queda tu recompensa?
Tu cuerpo está en la iglesia, pero tu alma fuera de ella. Tu boca repite la oración, pero tu mente piensa en dinero, contratos, negocios, terrenos, haciendas, fiestas y amigos. Y todo esto sucede porque el demonio es astuto, sabe cuánto podríamos ganar orando; por eso nos ataca con tanta fuerza.
También nuestro comportamiento en la iglesia debe ser uno piadoso, sabiendo que nos hallamos frente a Dios. No nos distraigamos con discusiones inútiles, más bien permanezcamos con temor y estremecimiento, con atención y devoción, ¡con la vista dirigida al suelo, pero con el alma elevada al Cielo! Muchos vienen a la iglesia y repiten mecánicamente salmos y oraciones, volviendo a casa sin saber con certeza lo que pronunciaron. Los labios se mueven, pero los oídos no escuchan. Luego, ¿no escuchas tu propia oración, y aún así esperas que Dios lo haga? Seguramente dices, “¡Me he arrodillado!”, pero tu mente vuela en cualquier dirección. Tu cuerpo está en la iglesia, pero tu alma fuera de ella. Tu boca repite la oración, pero tu mente piensa en dinero, contratos, negocios, terrenos, haciendas, fiestas y amigos. Y todo esto sucede porque el demonio es astuto, sabe cuánto podríamos ganar orando; por eso nos ataca con tanta fuerza.
Algunas veces, estando simplemente tendido en tu lecho, tu mente es incapaz de pensar en nada. Pero una vez entras a la iglesia y comienzas a orar, el demonio te ataca con innumerables pensamientos, de tal forma que no obtienes ningún beneficio. ¿Qué harás cuando Dios te pida cuentas por tu dejadez y falta de devoción estando en Su casa? Porque mientras Él te habla, en vez de orar tú te pones a comentar, con el que está a tu lado, cualquier cosa sin sentido. Y si Dios dejara de tomar en cuenta el resto de nuestros pecados, con éste es suficiente para que perdamos la salvación. Entonces, ¡no se te ocurra pensar que se trata de una pequeña infracción!
(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, traducere Preot Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 422-423)