Padre Arsenie Papacioc: "¡Dénme su juventud si no saben qué hacer con ella!"
¡Si no tienes una pequeña vejez en tu juventud, no podrás tener juventud en la vejez! Y los jóvenes no se dan cuenta lo importante de tener esperanza en la vejez.
Padre, díganos algo sobre Usted, sobre su generación... ¿Se siente parte de ella?
—Me ví obligado a aferrarme a ella, no tuve de otra... Querido, yo nací hace mucho... en 1914. Precisamente hoy le contaba a alguien que el día en que nací hubo un eclipse de sol. Mi mamá, asustada, salió corriendo; cuando mi padre regresó de trabajar y me vió, dijo, “Se fue el sol, pero vino mi hijo”. Mi papá era médico. Me tocó crecer en lo rural, con otros seis hermanos. Si todos mis hermanos hubieran sobrevivido, hubiéramos sido once en total. Actualmente sólo quedo yo...
Y, mira, he llegado a ciertas conclusiones: la juventud no tiene límites, no tiene fronteras. No existe vejez, existe sólo la juventud, porque no se trata de enumerar años y de cómo nos ajustamos, bien o mal, a ellos. ¡Se trata de Eternidad, nada más y nada menos! Gracias a la educación que recibí en casa, me dí cuenta, desde pequeño, de la presencia de Dios entre nosotros. Y ésto me ayudó muchísimo. Yo era pequeño, pero ya pensaba en mi vejez. Iba a la iglesia, era el único de la familia que ayunaba, practicaba deportes... Esto es algo que les recomiendo, el ejercicio permanente, para regenerar el alma, el espíritu. No estén con la mano tendida, pensando, intentando resolver sólos todos los problemas. Así como me pasaba a mí cuando asistía a la escuela, sin conocer a nadie. Luego, ¡si no experimentas una pequeña vejez en la juventud, no tendrás juventud en la vejez! Y los jóvenes no se dan cuenta cuán importante es tener esperanza en la vejez. Siempre les digo, “¡Dénme su juventud, si no saben qué hacer con ella!”. Se los digo con un propósito: hacerlos pensar, de cualquier manera, en los deberes que tienen a su edad. Así pues, si los jóvenes viven con responsabilidad, no estarán viviendo en vano, porque están en la senda que, sin discusión, los habrá de enriquecer.
(Traducido de: Arhim. Arsenie Papacioc, Cuvânt despre bucuria duhovnicească, Editura Eikon, Cluj-Napoca, 2003, pp. 7-9)