Para entender mejor las virtudes del cristiano verdadero
Tal como el aceite apacigua la agitación del mar, así también el ayuno apacigua los impulsos del cuerpo.
Del mismo modo en que un moribundo no siente ningún interés por los espectáculos de teatro, el hombre de corazón contrito vive evitando los placeres.
Del mismo modo en que el pobre, viendo los tesoros reales, se da cuenta de su propia pobreza, así también el que observa las virtudes de los santos hace humilde su mente.
Del mismo modo en que el hierro es atraído por el magneto, el hombre que permanece mucho tiempo con sus pasiones es atraído por estas, aunque no lo quiera.
Tal como el aceite apacigua la agitación del mar, así también el ayuno apacigua los impulsos del cuerpo.
Del mismo modo en que el agua, al ser agitada, tiende a crecer y elevarse, el alma que se ve sometida a distintas pruebas se alza hacia Dios.
Del mismo modo en que el hombre que ha escondido un perfume es delatado por el olor en sus manos, también el hombre que tiene en su interior al Espíritu Santo se ve “delatado” por sus palabras y su humildad.
Tal como el sol evidencia el brillo del oro, también la virtud evidencia al hombre que la posee.
Del mismo modo en que el viento agita la marea, también la ira agita la mente.
Del mismo modo en que el hombre no se siente atraído por la comida que no ha probado jamás, aquellos que se conservan puros en el cuerpo sienten las tentaciones carnales como algo ajeno y fácil de enfrentar.
(Traducido de: Glasul Sfinților Părinți, traducere de Preot Victor Mihalache, Editura Egumenița, 2008, pp. 127-128)