Para quienes desean practicar un ayuno ni tan severo, ni tan leve…
Esta forma de pensar ayuda mucho a la hora de practicar el ayuno. Y hace que nuestro sacrificio sea agradable tanto para nosotros como para Dios, porque Él nos da Su don y Sus fuerzas.
Padre, le pedimos que nos recomiende un ayuno que nos llene de paz y sea bueno. Ni muy severo, ni muy leve…
—Si pensamos en aquellos que no tienen qué comer, si pensamos en los que están en prisión o en los hospitales… ¡si tuvieran a su alcance un trozo de pan! ¿Sabes cuántos son? Muchos, muchísimos.
Si pensamos en ellos, si pensamos en los que mueren en las grandes hambrunas, ayunaremos más fácilmente y veremos todo lo que hay en nuestra mesa. Ayunaremos más fácilmente, porque es nuestro deber extender la mano a los que sufren, a los necesitados, alimentando al hambriento, vistiendo al que no tiene con qué cubrirse. Y si no los alimentamos, al menos soportemos el hambre con ellos. Esta forma de pensar ayuda mucho a la hora de practicar el ayuno. Y hace que nuestro sacrificio sea agradable tanto para nosotros como para Dios, porque Él nos da Su don y Sus fuerzas. Así, ahora que ayunamos, oremos por aquellos que han muerto en las hambrunas y por todos los que en este mismo instante no tienen nada para comer y beber.
¡Cuántas personas, cuántos jóvenes y cuántos ancianos abandonados en hospitales, en sanatorios...! Si entráramos en alguno de esos lugares, ¿qué veríamos? Sentiríamos lo que muchos de nuestros semejantes enfrentan día tras día. Estamos llamados a sentir el dolor de todos. ¡No solamente con palabras, como si fuera una linda poesía! Tenemos que pensar en todas esas personas. Y ese solo pensamiento nos ayudará a empezar a refrenarnos al comer.
(Traducido de: Ieromonahul Savatie Baștovoi, Puterea duhovnicească a deznădejdii, Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2014, pp. 72-73)