Para sanar el alma de su entumecimiento
“El alma orgullosa y encorvada por el peso de la soberbia sólo puede desencorvarse por medio de la humildad. Ciertamente, no hay nada que Dios ame más, que al hombre que es humilde y dócil de corazón”.
«No se puede llamar “cristiano”, no puede portar el nombre de Cristo, aquel que esté tullido espiritualmente. Pero ¿cómo puede sanar el que tiene el alma tullida?
En primer lugar, por medio de la fe. En segundo lugar, es necesario recalcar que lo que nos entumece es el pecado, y que no nos podemos enderezar nuevamente, si no es por medio de la contrición. Y, en tercer lugar, recordemos que el hombre se vuelve tullido del alma por causa del orgullo. El alma orgullosa y encorvada por el peso de la soberbia sólo puede desencorvarse por medio de la humildad. Ciertamente, no hay nada que Dios ame más, que al hombre que es humilde y dócil de corazón, y que le teme a Él.
Otra cosa que hace de un alma recta una encorvada, es que el hombre juzgue a su semejante y le guarde rencor. ¿Y cómo se endereza el alma del rencoroso y del que juzga a su hermano? Con amor y perdón».
(Fragmento de la homilia de Su Alta Eminencia, Teófano, Metropolitano de Moldova y Bucovina, pronunciada el XXVII domingo después de Pentecostés —La sanación de la mujer encorvada—, en la parroquia “Santos Emperadores Constantino y Elena”, Golăiești, Rumanía)