Despertemos del pesado letargo de la pereza y el pecado. Luchemos en el breve tiempo de nuestra vida, para que, cuando llegue el momento, podamos partir con alegría de esta efímera vida, como los buenos discípulos que, tras terminar sus estudios, se reúnen con sus padres y familiares con gran alegría y gozo.

Eso es lo mismo que tenemos que hacer nosotros, como auténticos discípulos del Evangelio. Partamos con júbilo de esta vida hacia la eternidad, hacia nuestra patria original, es decir, el Reino de los Cielos, donde nos esperan la alegría de los ángeles, el resplandor de los santos y nuestro Señor Jesucristo. 

(Traducido de: Sfântul Teodor Studitul, Cuvântări duhovnicești, Editura Episcopia Alba Iulia, Alba Iulia, 1994, p. 91)