¿Por qué no puedo dejar de hablar mal de mi hermano?
Para mantener mi boca cerrada, debo entender que también yo soy un pecador.
¿Por qué hay personas que siguen murmurando en contra de sus semejantes, a pesar de decidirse a dejar de hacerlo una y otra vez? Porque nunca han considerado que esto sea pecado. El condenado y los bandidos tienen amor entre ellos y colaboran, porque saben que han recibido el mismo castigo (Lucas 23, 40). Yo golpeo al otro, no colaboro con él, lo denigro con mis murmuraciones y con esto lo sepulto, porque no siento que sea uno con él. Me considero en un nivel superior al suyo. Luego, para mantener mi boca cerrada, debo entender que también yo soy un pecador.
(Traducido de: Arhimandrit Emilianos Simonopetritul, Avva Isaia. Cuvinte ascetice, Editura Sf. Nectarie, pp. 402)