A propósito del cumplimiento de los mandamientos de Dios
Cuando el cristiano empieza a vivir en armonía con la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta (Romanos 12, 2), en otras palabras, con los mandamientos del Nuevo Testamento, en un momento se le revelan la caída y la impotencia de la naturaleza humana.
Quien asume como propósito de vida el cumplimiento de los mandamientos de Dios, se esfuerza en conocer a detalle y con certeza esa santísima labur, estudiando con perseverancia la Santa Escritura, especialmente el Nuevo Testamento, leyendo los textos de los Santos Padres, dialogando y aconsejándose con cristianos experimentados, y poniendo en práctica los mandamientos evangélicos con su conducta hacia los demás, con su mente y con su corazón. Decía el Venerable Marcos el Asceta: “La ley de la libertad se honra con el verdadero entendimiento, se comprende con la realización de los mandamientos y se cumple con las misericordias de Cristo”.
Cuando el cristiano empieza a vivir en armonía con la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta (Romanos 12, 2), en otras palabras, con los mandamientos del Nuevo Testamento, en un momento se le revelan la caída y la impotencia de la naturaleza humana. Esa debilidad le impide cumplir los mandamientos de Dios de forma pura y santa, tal como lo pide Él, y la caída se opone —la mayoría de las veces con mucha fuerza— al cumplimento de los mandatos divinos.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Predici la Triod și Penticostar, Editura Sophia, București, 2003, p. 4)