Que nuestro principal afán sea alcanzar la misericordia del Señor
“¡Hermanos, respiremos siempre a Cristo!”, nos exhorta San Antonio el Grande, el Maestro del Desierto. “¡Acuérdate siempre de Dios y tu mente se hará un cielo!”, declara San Nilo el Sabio.
No busquemos otra cosa que no sea la misericordia del Señor de la gloria, con un corazón humilde y digno de piedad. Clamemos desde el amanecer hasta el ocaso y, si es posible, durante toda la noche: “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!”. Tenemos que obligar a nuestra mente a cumplir con esta labor hasta el momento de nuestra muerte. Todos los Santos Padres nos aconsejan lo mismo, cada uno a su manera y con sus propias palabras, en función de su experiencia en la lucha y la victoria contra el maligno, que literalmente se queda desalentado y debilitado por la incesante oración de la mente.
“¡Hermanos, respiremos siempre a Cristo!”, nos exhorta San Antonio el Grande, el Maestro del Desierto. “¡Acuérdate siempre de Dios y tu mente se hará un cielo!”, declara San Nilo el Sabio. Mientras más se empeña el hombre en la oración, más se purifica su corazón, más luminosa se vuelve su mente, mejor se hace su estado espiritual y más el Reino de Dios irradia su gozo y su presencia en el interior del hombre, el cual se hace semejante a Dios, porque Dios-Hombre, Jesús, cubre todos los márgenes del Cielo y la tierra con Sus virtudes, con Su Pasión y Su Resurrección.
(Traducido de: Comori duhovnicești din Sfântul Munte Athos – Culese din scrisorile și omiliile Avvei Efrem, Editura Bunavestire, 2001, p. 324)