¡Qué pesado es un saco lleno de pecados pequeños!
Así como unas diminutas semillas consiguen transformarse en una gigante secoya, alcanzando más de cien metros de altura, si en un saco ponemos nuestros pecados pequeños —ínfimos como granos de arena—, llegarán a ser más pesados que una piedra de moler, hundiéndonos en las profundidades del mar.
He aquí, entonces, que esos pecados que a primera vista parecen ínfimos, son también importantes, porque de ellos depende no sólo el comportamiento del hombre aquí, en la tierra, sino también su eterno estado en la vida eterna, después de morir. Las semillas de los árboles más altos y los embriones de los más grandes animales, son increíblemente pequeños. Sin embargo, así como unas diminutas semillas consiguen transformarse en una gigante secoya, alcanzando más de cien metros de altura, si en un saco ponemos nuestros pecados pequeños —ínfimos como granos de arena—, llegarán a ser más pesados que una piedra de moler, hundiéndonos en las profundidades del mar (Mateo 18, 6).
(Traducido de: Arhimandrit Serafim Alexiev, Tâlcuire la Rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, traducere din limba bulgară de Gheorghiță Ciocioi, Editura Sophia, București, 2011, p. 24)