Seamos equilibrados en todo, especialmente en la práctica de la ascesis
Cuando el maligno no consigue hacer que seamos indulgentes con nosotros mismos, nos induce a caer en una severidad exagerada, lo cual, al final, tiene el mismo resultado que lo primero.
«Ningún exceso es beneficioso. Cuando el maligno no consigue hacer que seamos indulgentes con nosotros mismos, nos induce a caer en una severidad exagerada, lo cual, al final, tiene el mismo resultado que lo primero. Sin comer ni domir no se puede hacer gran cosa. Por eso, cuando después de someternos a esa austeridad extrema sentimos que desfallecemos, corremos a recuperar lo que no hemos comido y dormido durante ese tiempo. Y, como podría esperarse, el maligno se entromete y nos lleva a alimentarnos y descansar en exceso…
Puedes comer pescado cuando te sientas débil. Dios te da Su bendición para ello. No es pecado comer por necesidad, y no por capricho. Pero, cuando empieces a ayunar, hazlo correctamente, según tus fuerzas y posibilidades. Si no puedes hacerlo, ayuna al menos un día antes de comulgar. Lo importante, en todo caso, es que recibas la Santa Comunión, aun sin ese ayuno de un día».
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înțelepte, traducere de Cristea Florentina, Editura Cartea Orodoxă, pp. 369-370)