Si amas a tu hijo, cuida de su alma
Si amas a tu hijo, entonces debes amar, ante todo, su alma, siendo tu principal preocupación que no llegue a perderse. Recuerda que el alma es la imagen de Dios y que debemos amarla más que a cualquier otra cosa. Entonces tu amor será uno sabio y verdadero.
¡Cuántos jóvenes se pierden en nuestros días, cuántos de ellos se vuelven ateos, cuántos devienen en malhechores y cuánta responsabilidad tenemos por ello! ¿Por qué? A ustedes, padres, les hago esta pregunta: ¿Si no engendraron malhechores, cómo fue que sus hijos llegaron a serlo? ¿Cómo fue que ese amor paternal no consiguió proteger a sus hijos de extraviarse? Desde luego, porque no cualquier forma de “amor” puede ser llamada “amor”.
El amor sabio es ése que no daña. ¿Amas a tu hijo? Entonces no le permitas salirse del camino correcto. ¿Ves que empieza a relacionarse con infames? ¿Lo has escuchado pronunciar palabras groseras, aprendidas seguramente de otros que hablan vulgarmente? Deténlo con la fuerza de tu propia palabra, repréndelo y amonéstalo para que se aleje de tales bajezas. ¿Qué dices? ¿Te preocupa que se pueda molestar contigo? ¡Desecha tal preocupación! Más tarde te lo agradecerá. ¡Lo importante es impedir que se pierda un tiempo precioso! Te digo: “Endereza el árbol mientras esté tierno; cuando crezca y se fortalezca, entonces será ya demasiado tarde”. […]
Si amas a tu hijo, entonces debes amar, ante todo, su alma, siendo tu principal preocupación que no llegue a perderse. Recuerda que el alma es la imagen de Dios y que debemos amarla más que a cualquier otra cosa. Entonces tu amor será uno sabio y verdadero.
(Traducido de: Când şi cum începem să-i vorbim copilului despre Dumnezeu, traducere din limba rusă de Gheorghiţă Ciocoi, Editura de suflet, Bucureşti, 2006, pp. 75-77)