Palabras de espiritualidad

Sobre la autoridad de los padres y cómo saber gestionarla

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Muchos dicen: “Nosotros hacemos todo por nuestros hijos, vivimos para ellos. Por eso, sabemos mejor que ellos cómo deben ser”.

En determinado momento, la hija comienza a evadir el control de su madre, esforzándose en librarse de su influencia y evitar la “molesta” vigilancia de sus padres, en general. Y este impulso, algunas veces, es correcto. ¿Cómo proceder? ¿Cómo conservar la autoridad sobre nuestros hijos? ¿Cómo mantener esa necesaria preponderancia? Muchos dirán: “Nosotros hacemos todo por nuestros hijos, vivimos para ellos. Por eso, sabemos mejor que ellos cómo deben ser”. Y agregan: “Nos sacrificamos por la felicidad de nuestros hijos; así pues, déjennos decidir solos lo que necesitan. Ellos... ¿qué saben ellos?”. A menudo encontramos esta idea: “Vivimos sólo para nuestros hijos”, que pone en duda cualquier cuestión relacionado con su educación.

Dicho lo anterior, es importante subrayar que el objetivo mismo de la educación, su esencia, no es el de “hacer del niño un hombre”, sino, principalmente, su santificación y la obtención del Reino de Dios. Algunos dirán: “¡Eso es algo casi imposible!”. No obstante, “lo imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18, 27), dice el Señor. Para esto, el hijo (o la hija) necesita la oración ferviente de sus padres. La oración confiada, porque el Señor no desea la muerte del pecador. En el Evangelio, el mismo Señor nos dice: “no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo” (Juan 12, 47).

(Traducido de: Cum să ne purtăm cu fiica adolescentă – Sfaturi pentru părinţi, traducere din limba rusă de Gheorghiţă Ciocioi, Editura de Suflet, Bucureşti, pp. 17-18)