Cuando sintamos que estamos perdiendo la esperanza, lo que tenemos que hacer es arrojar todas nuestras faltas y debilidades al abismo de la misericordia de Dios, arrepintiéndonos de ellas, pero con la certidumbre de recibir la piedad del Señor, porque fue por los pecadores que Él derramó Su Purísima Sangre. Y aunque cumplamos con toda la ley y los mandamientos, no nos confiemos pensando que nuestra salvación está garantizada por nuestras buenas acciones, sino que sigamos considerándonos unos siervos indignos, de acuerdo con lo que dice la palabra del Señor.

(Trdaducido de: Filocalia de la Optina. Volumul I, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 486)