Palabras de espiritualidad

Un programa básico para la vida del cristiano

  • Foto: Oana Nechifor

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El padre pretende una vida cristiana verdadera, una relación legítima con Dios, de aquellos que buscan ser guiados por él en las cosas de la fe. Por eso, ha establecido un programa de cinco puntos, mismo que, siendo respetado en su totalidad, permite establecer una relación fluida con Dios.

Como he afirmado antes, cuando alguien de afuera viene al monasterio buscando algún provecho espiritual o para confesarse, usualmente pregunta por el padre Teófilo. Y él recibe con gran alegría a quienes vienen a buscarle, porque le gusta ayudar a quien lo necesita.

Si el padre tiene un criterio muy definido en lo que respecta a la vida de los monjes, esa misma apertura la muestra cuando se refiere a los laicos. El padre se esfuerza en entender a los laicos en su situación de personas que viven en familia y en sociedad, con responsabilidades en ambos terrenos. Él sabe que los laicos tienen una forma de vida distinta a la de los monjes y que por eso deben ser tratados como tales. No se les puede pedir a los laicos cosas que hacen solamente los monjes, como, de hecho, tampoco ocurre a la inversa.

Con todo, el padre pretende una vida cristiana verdadera, una relación legítima con Dios, de aquellos que buscan ser guiados por él en las cosas de la fe. Por eso, ha establecido un programa de cinco puntos, mismo que, siendo respetado en su totalidad, permite establecer una relación fluida con Dios.

El primer punto del programa es asistir a la iglesia y participar en la Divina Liturgia, tanto los domingos como los demás días festivos, porque ahí somos abarcados por el Reino de Dios, recibimos Sus bendiciones —que nos son impartidas por medio de los sacerdotes—, oficiamos junto con los santificados servidores, glorificando a Dios y asemejándonos a los querubines —hallándonos, de hecho, junto a ellos—, porque en la iglesia podemos orar al lado de los demás, fortaleciendo nuestra comunión interna y con Dios. Además, en la iglesia nos constituimos en el Cuerpo vivo de Cristo, porque durante los oficios litúrgicos nos hallamos en “el Cielo en este mundo”, nos preparamos para la atmósfera de la eternidad y gustamos ya de las bondades futuras. Quien no asiste a la iglesia, no es considerado por el sacerdote como parte de los “fieles”; por eso, si queremos ser contados entre ellos, debemos necesariamente asistir, en el “Día del Señor”, a donde Él quiere que vayamos. Claro está, los enfermos que no pueden movilizarse están exentos de esta obligación.

Empieza el día con Dios y termínalo con Dios”, es el segundo punto del programa. Este consiste en practicar nuestras oraciones de la mañana, las de antes y después de comer, y las oraciones de la noche. Esto es importantísimo, porque el cristiano debe presentarse ante Dios y ponerse bajo Su protección en los momentos principales del día, sabiendo que en todo lo que haga tendrá Su auxilio y que todo lo que tiene proviene de Él. Cuando no podamos orar tanto tiempo, con sólo dedicarle cinco minutos a Dios, no importando cuán “apresurados” u “ocupados” nos sintamos, ya estaremos haciendo algo. Si decimos que creemos en Dios, no es posible que no le dediquemos una parte de nuestro tiempo.

El tercer punto es “leer dos capítulos del Nuevo Testamento cada día”. Y es que no es posible relacionarnos con Dios, sin saber nada de Él ni del modo en que podemos entrar en contacto con Él.

La oración sin cesar”, es el cuarto punto del programa. Esto, porque el hombre es un ser racional y todo lo que hace empieza con una idea, un pensamiento. Y es que no somos nosotros los que nos salvamos, sino que es Cristo quien nos salva; por eso, debemos pedírselo con una breve oración: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!” oración que debemos repetir constantemente con nuestra mente, intentando unirla a nuestra respiración, en un ritmo determinado.

El quinto punto es el ayuno, según las disposiciones de la Iglesia Ortodoxa, que debe practicarse como una forma de disciplina interior, misma que también buscamos con la oración incesante.

Además, el padre completaba este programa con una “guía de vida” del padre Arsenie Boca, conformada por cinco puntos: 1. “Oxígeno”, es decir, una vida llevada en el aire más puro posible. 2. “Glucógeno”, es decir, una alimentación equilibrada. 3. “Sueño”. El padre Arsenie, poseedor de sólidos conocimientos en el terreno de la salud, decía que necesitamos al menos seis horas de sueño continuo, cada noche, para poder rendir a nuestra verdadera capacidad. 4. “Cuidar las hormonas”, es decir, tener una vida sexual correcta, sin desperdiciar esa energía (con el desenferno). 5. “Tener un concepto cristiano de lo que es la vida”, es decir, poner nuestra vida al servicio de Dios, de acuerdo a lo que dispone la Iglesia Ortodoxa.

Sumado a la anterior, el padre Teófilo les pide a los fieles que se acerquen a la Santa Confesión, que eviten todas lo que pueda hacerles caer en pecado y, especialmente, que renuncien a seguir pecando. En lo que respecta a la confesión, les pide a los fieles que se confiesen al menos cuatro veces al año, afirmando siempre que “no tiene confianza en la confesión que se hace solamente una vez al año” como un simple hábito religioso. A los más devotos, el padre les recomienda confesarse con frecuencia y si tienen una vida más elevada, que comulguen también con frecuencia. No insiste tanto en la comunión frecuente, sino que espera que las personas busquen llevar una vida espiritual superior y se purifiquen de sus pasiones. Él quiere que los fieles se confiesen y comulguen, no por moda religiosa, sino a raíz de un deseo ferviente de hacerse cada vez mejores y unirse z Cristo.

A los que vienen con pecados graves, el padre no les da cánones severos para muchos años, sino que les pide, en primer lugar, que renuncien a sus faltas y que empiecen a vivir según la voluntad de Dios. Cuando el individuo cambia para bien, Dios le perdona y no le pide un arrepentimiento apesadumbrado para toda la vida, sino una alegría desde la fe, desde la confianza en Su bondad. Justo en lo que respecta a la contrición, el padre pretende más un arrepentimiento gozoso y confiado en la bondad de Dios, Quien “se alegra por un pecador que se arrepiente, más que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse”.

(Traducido de: Părintele Teofil Părăian, Gânduri bune pentru gânduri bune, Editura Mitropoliei Banatului, Timişoara, 1997)