Cómo debe ser nuestro ayuno en este período de 40 días hasta la Natividad del Señor
El verdadero hombre de ayuno es aquel que pone un cerrojo en su boca y se abstiene de hablar banalidades, vulgaridades, necedades, insultos, ofensas, lisonjas, mentiras y cualquier palabra de difamación.
De acuerdo con el padre Ene Braniște, este ayuno es de una severidad media, semejante al de los Santos Apóstoles. En los monasterios se ayuna los días lunes, miércoles y viernes hasta la Hora IX (aproximadamente entre las 3 y 4 de la tarde), cuando se consume una ración de alimentos secos o legumbres hervidas, sin aceite. Los martes y jueves se come vegetales hervidos, aderezados con aceite, y también se puede beber vino. Los sábados y domingos está permitido comer pescado.
El último día del Ayuno de la Natividad del Señor (24 de diciembre), llamado también Vísperas de la Navidad, tiene un ayuno más estricto que los precedentes: se ayuna hasta la Hora IX, cuando se acostumbra comer, en algunas regiones, trigo hervido mezclado con frutas y miel, evocando el ayuno de Daniel y el de los tres jóvenes de Babilonia (Daniel 1, 5, 8-16). También en ese día, los fieles esperan con regocijo que el sacerdote visite sus hogares, anunciando el próximo Nacimiento del Señor.
San Tikón de Zadonsk nos habla con insistencia de la importancia y el provecho del ayuno, diciendo que el verdadero ayuno es la “abstinencia de todo mal” y esbozando el siguiente retrato del fiel que ayuna.
«El creyente que ayuna en verdad es aquel que sabe controlar su enojo para no caer en la ira, para no enfurecerse, para no hacer el mal a nadie y no vengarse. El verdadero hombre de ayuno es aquel que pone un cerrojo en su boca y se abstiene de hablar banalidades, vulgaridades, necedades, insultos, ofensas, lisonjas, mentiras y cualquier palabra de difamación. El verdadero ayunador es aquel que refrena sus manos de cometer cualquier acto de hurto, despojo o usurpación, cuidando su corazón de desear las cosas ajenas. En pocas palabras, el fiel que ayuna en verdad es el que sabe apartarse de toda maldad».
Con una duración de 40 días, el Ayuno de la Navidad nos recuerda el ayuno de Moisés en el Monte Sinaí, antes de recibir el Decálogo plasmado en las Tablas de la Ley. De esta manera, la Iglesia nos exhorta a imitar ese sacrificio, preparándonos, por medio del ayuno y la oración, para recibir a nuestro Señor Jesucristo, nacido de la Virgen María para la salvación del mundo.
Al tratarse de un ayuno gozoso, la Iglesia ha establecido varios días en los que se puede consumir pescado.