Palabras de espiritualidad

De cómo el maligno nos puede tentar por medio de la comida

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Un vientre saturado es un impedimento para la oración pura, porque el Espíritu Santo no desciende jamás a un cuerpo henchido de tanto comer.

Un día cualquiera, se me antojó comprar un poco de pescado fresco. El problema es que el único dinero que tenía era del monasterio. Hubiera podido utilizarlo, pero no quería infringir mi norma de vida. El problema es que ese pensamiento me siguió acechando durante mucho tiempo, incluso mientras me hallaba en la iglesia, durante la Divina Liturgia. Entonces entendí que era un pensamiento inspirado por el maligno, ya que la Gracia nos ayuda a comer mesuradamente, mientras los demonios nos inducen a hacerlo sin medida.

Tres días me atormentó ese pensamiento, y pude apartarlo solamente después de orar con gran fervor y derramar muchas lágrimas. ¡Qué dura puede llegar a ser la lucha en contra de algo aparentemente tan insignificante!

Otra vez, hallándome en la ermita, sentí una urgente necesidad de comer con avidez, hasta quedar satisfecho. Unas pocas horas después, el hambre volvió y nuevamente tuve que sentarme a comer copiosamente. Por simple curiosidad, vi que en la cocina había una báscula grande, y quise conocer mi propio peso. Asustado, comprobé que en apenas tres días había ganado cuatro kilos. Y, claro está, se trataba de otra tentación, porque los monjes estamos llamados a “secar” nuestro cuerpo con la austeridad, para que en él no quede nada que nos distraiga de la oración. Un vientre saturado es un impedimento para la oración pura, porque el Espíritu Santo no desciende jamás a un cuerpo henchido de tanto comer. Por otra parte, es necesario entender que el ayuno también tiene su medida, para evitar que el cuerpo no se marchite antes de tiempo, y no quede imposibilitado de ayudar en las tareas de obediencia en el monasterio. Al decir esto, me acuerdo de un monje, quien, por haberse acostumbrado a practicar un ayuno demasiado riguroso, en poco tiempo se debilitó y murió siendo muy joven.

(Traducido de: Cuviosul Siluan AthonitulÎntre iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, 1996, pp. 176-177)