Palabras de espiritualidad

El amor como condición esencial del ayuno

  • Foto: Crina Zamfirescu

    Foto: Crina Zamfirescu

El ayuno, como cualquier otra forma de la templanza, depende del amor. El amor pide un esfuerzo, un ofrendarse.

El ayuno, como toda abstinencia de las cosas de este mundo, de las concernientes a la vida biológica, es parte de un esfuerzo humano con el cual disminuimos un poco nustra participación con la materia, con la biología. Hay un misterio en el hombre, por el cual, disminuyendo la fuerza de esta biología insolente, se puede dar más libertad al espíritu para que manifieste lo que le es propio. Si se quiere, en palabras de San Pablo, “la carne lucha contra el espíritu, y el espíritu contra la carne”. Y es posible que todos, o la mayoría de nosotros, conozcamos también esto: hay momentos, probablemente momentos de la Gracia, en los que, si comemos, parece que estamos “estropeando” algo que se mueve en nuestro espíritu, en nuestros corazones. Y, mientras más comulgamos con las cosas terrenales, parece que estamos malgastando algo realmente precioso.

Esta conciencia puede llegar muy lejos, hasta esos sacrificios que mencionan los troparios para los santos venerables, “esfuerzos que van más allá de nuestra naturaleza”. Pero, de momento, son oblaciones que concuerdan con nuestras fuerzas humanas y naturales, aunque nuestro ayuno no es un ayuno en el sentido verdadero de la palabra, como el practicado por Moisés, Elías y nuestro Señor Jesucristo, consistente en cuarenta días sin comer. También así ayunaron nuestros Santos Padres de la escuela filocálica, para decirlo así, empezando con San Antonio el Grande, o talvez ya desde antes. Ayunaban durante cuarenta días, e incluso hasta sesenta días, como dice el Paterikon egipcio.... Pero lo que nosotros llamamos “ayuno” es solo un paso, el primero de muchos, accesible para todos. Es, podríamos decir, un “régimen”, una “dieta”. Recordemos que el ayuno, como cualquier otra forma de la templanza, depende del amor. El amor pide un esfuerzo, un ofrendarse. También el amor a las cosas de este mundo requiere un esfuerzo. ¿Cuántas personas en la actualidad no se someten a severos regímenes alimenticios para adelgazar?

En la medida y en las leyes del amor que hay en ti, también existen las medidas y las leyes de la templanza o del sacrificio que practicas. Nosotros anhelamos las cosas de la vida eterna, pero nos sometemos a sacrificios similares; nos sacrificamos, no para “cuidar la silueta”, no por los mismos motivos que las jóvenes de hoy que quieren encontrar una pareja para esta vida, un esposo, en primer lugar, porque a un cuerpo pesado le resulta difícil practicar la oración. Incluso podríamos ayunar por motivos de salud, porque la salud es útil para nuestra vida espiritual. Y, en segundo lugar, pero con mucha más importancia, para darle más libertad al espíritu para que se manifieste.

Entonces, siento la necesidad de decir esto: no tenemos que entender que el ayuno y el perdón son el destino y la vocación del hombre en la Ortodoxia. El ayuno es un esfuerzo, un medio como todos los demás sacrificios; el perdón es una manifestación del amor, y la vocación del hombre es el amor, que es también el destino del hombre, en la medida y en el sentido en que, como dice el Apóstol, “Dios es amor”. Y este amor es la ley de la vida y la ley de la eternidad.

(Traducido de: Ieromonahul Rafail NoicaCultura Duhului, Editura Reîntregirea, pp. 121-122)

Leer otros artículos sobre el tema: