El ayuno es la reconciliación del hombre con Dios
El ayuno es un sacrificio físico que se nos pide acompañar de la caridad y de los dones que ofrecemos al Santo Altar. El ayuno ha sido dispuesto “para hacer humilde el alma”. El ayuno reconcilia al hombre con Dios y ayuda mucho a la sanación del alma, eliminando los deseos carnales y mediando para la obtención de la gracia del Espíritu Santo.
El ayuno no es sólo la abstención total de los malos pensamientos, sino también de los sentimientos carnales del placer y del comer abundantemente y, sobre todo, de los alimentos de origen animal (también parcialmente). El ayuno es un sacrificio físico que se nos pide acompañar de la caridad y de los dones que ofrecemos al Santo Altar.
El ayuno, junto a la caridad, los dones ofrecidos a la Iglesia y las postraciones e inclinaciones realizadas por el fiel, constituye la doxología que se le exige al cuerpo, como sacrificio para Dios. El ayuno ha sido establecido “para hacer humilde el espíritu”. El ayuno es la abstención de todos los alimentos o, en caso de enfermedad, de algunos de ellos. Es, además, abstención de beber, de toda distracción mundana y de todo deseo indebido, carnal.
El ayuno es llamado por los Santos Padres “ala de la oración”, porque, junto a la caridad, eleva al hombre al trono de Dios. El ayuno ayuda al cristiano a hacer más fácilmente su oración, reconciliándolo con Dios y favoreciendo la purificación del alma, porque mata los deseos carnales y media en la obtención de la gracia del Espíritu Santo.
Según su severidad, el ayuno puede ser de muchas formas: completo (total, “negro”), de un día, de comida animal y ayuno “imperial”, es decir, comida diaria con medida, una vez al día, sin llegar a la saciedad.
(Traducido de: Îndrumări duhovnicești pentru vremelnicie și veșnicie. O sinteză a gândirii Părintelui Cleopa în 1670 de capete, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2004, p. 208)