Palabras de espiritualidad

El ayuno nos ayuda a apreciar el alimento como una bendición

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Dos días de ayuno a la semana y cuatro períodos largos de ayuno al año nos ofrecen un entrenamiento vital.

Desde luego, es difícil ser un “buen ayunador”. Aprendemos la humildad cuando nos damos cuenta cuán débiles somos ante un asado de carne, un pollo frito, un bizcocho. Nuestro estómago y nuestras papilas gustativas son terriblemente corruptas y se encaprichan hasta que no les damos gusto. Absténte de la comida frita y verás cómo no podrás dejar de pensar en ella. No somos capaces de llevar ninguna empresa de este tipo a buen puerto. Nuestros deseos y apetitos son incontrolables, como lo sabe bien cualquiera que ha intentado perder peso, o simplemente ha dicho “Voy a comerme sólo un par de patatas fritas”, comprobando horrizado, a los pocos minutos, cómo el paquete ya está vacío. Somos más débiles de lo que nos gustaría creer.

El ayuno nos ofrece un entrenamiento específico para resistir el deseo físico del placer, ése que nos abruma y que usualmente nos resulta difícil de resistir. Evidentemente, el ayuno es una herramienta muy buena en nuestra lucha contra los caprichos del vientre, que en principio son difíciles de mitigar con alimentos de soya, legumbres y brócoli. Aprender a vivir con una dieta modesta y sana, que no incluya nuestros alimentos preferidos, es realmente una bendición. ¡Sí, la vida sigue su curso a pesar de que no hagamos nuestra voluntad y no satisfagamos cada uno de nuestros egocéntricos deseos!

Aunque comamos toda clase de manjares en la Pascua, la dureza del Ayuno Mayor nos ayuda a sanar la gula y otras formas de autosatisfacción, así sea en una mínima medida. Dos días de ayuno a la semana y cuatro períodos largos de ayuno al año nos ofrecen un entrenamiento vital. Renunciar a nosotros mismos se vuelve parte del ritmo de nuestra vida, algo necesario para la mayoría de nosotros. El ayuno hace posible que la celebración y la degustación de una comida realmente buena sea un verdadero momento de alegría. Cuando has ayunado severamente todo el Ayuno Mayor, puedes celebrar genuinamente la Pascua, por ejemplo, preparando alguna receta con carne de ternera. También los que no han ayunado se alegran de estos alimentos, pero es diferente la intensidad del festejo cuando comes carne por primera vez en muchas semanas.

Reconozcámoslo. Somos seres humanos y, naturalmente, hay alimentos que nos gustan más que otros. Tiene sentido relacionar los momentos más importantes del año cristiano, sobre todo la Pascua y la Navidad, con la celebración común, familiar, del gozo de la Buena Nueva. Cuarenta días o más de ayuno nos ayudan a prepararnos para recibir la bendición de las fiestas aún con mayor fuerza. No se trata aquí de elogiar la voracidad o quién sabe qué otros pecados, sino simplemente de comprobar cómo nos alegramos más de nuestros alimentos y de la compañía de nuestros seres cercanos, festejando aquellos redentores acontecimientos. El ayuno nos ayuda, ciertamente, a apreciar el alimento como una bendición.

(Traducido de: Pr. Prof. Philip LeMasters, Credinţa uitată. Vechi adevăruri din Răsăritul creştin pentru creştinii contemporani, Traducere din engleză MĂDĂLIN ENCIU, Editura Doxologia, Iași, 2016, pp. 89-90)

 

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