Palabras de espiritualidad

La condición esencial del ayuno

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Si le falta la pureza del corazón, nuestro ayuno nunca será aceptado por Dios.

El ayuno no consiste en la simple abstención de ciertos alimentos y bebidas. Por so, hay distintas formas de respetar el ayuno. Porque hay algunos que renuncian al pan y el agua, soportando el hambre y la sed. Otros ayunan para seguir vírgenes, por eso no comen ni beben, aunque el hambre y las sed les asalten. Este es un nivel más alto de ayuno. Otros ayunan por ser equilibrados; también este es un buen ayuno. Otros renuncian a la carne, el vino y otras clases de alimentos. Otros ayunan cerrando la boca para no decir cosas impropias. Otros se abstienen de la ira. Y otros se apartan de los bienes materiales, para evitar que su alma se someta al materialismo. Otros renuncian a un lecho confortable, con tal de poder mantenerse despiertos y así orar. Hay quienes renuncian a todas las preocupaciones del mundo, para que los enemigos no puedan hacerles daño. Otros ayunan con tal de sufrir y hacerse agradables a Dios con su dolor libremente consentido. Otros, finalmente, unen todas estas formas de ayuno, precisamente como aquellos que dejan de comer a pesar de sentir hambre. Si el hombre se abstiene de comer y beber, es que está ayunando. Si come o bebe, aún en ínfima cantidad, está infringiendo su ayuno. Del mismo modo, a aquel que se abstiene de todo lo mencionado arriba, pero que de cuando en cuando se permite alguna licencia, su ayuno no se le considerará como tal.

Si vulnera uno solo de esos mandamientos, su ayuno será degradado, como si hubiera comido y bebido por gula. Si alguien interrumpe su ayuno por tener hambre, no ha cometido un gran pecado. Pero, quien haya prometido que iba a abstenerse de todo eso y después se atreva a infringir tan sólo una de sus obligaciones, estará cometiendo un pecado muy grave.

Entiende, pues, amado hijo, la enseñanza sobre el ayuno puro. Los primeros en alcanzarlo fueron Abel, con su ofrenda, y después Enoc, quien se hizo agradable a su Dios; También Noé, porque supo mantenerse incólume en medio de un pueblo tan tozudo. Abraham, por ser rico en la fe; Isaac, por respetar la alianza de Abraham. Jacon, por Isaac, porque conoció a Dios. Y José, por su piedad y mansedumbre. Su pureza fue considerada por Dios como un ayuno perfecto.

Entonces, si le falta la pureza del corazón, nuestro ayuno nunca será aceptado por Dios.

(Traducido de: Sfântul Afraat Persanul, Îndrumări duhovniceşti, Editura Anastasia, 1998, pp. 68-69