Palabras de espiritualidad

La templanza, un camino que todos deberíamos seguir

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

La “templanza” o “autocontrol” (enkrateia) no es lo mismo que torturarnos sistemáticamente hasta morir, sino que, al contrario, es ponerle un cerrojo a las tendencias destructivas del egoísmo, que nos llevan, poco a poco, a la muerte.

Para aclararlo desde el principio, ayunar no es una forma sutil de suicidarse lentamente o un método para “auto-torturarse”, mucho menos una medida cosmética o dietética para cuidar el cuerpo, aunque sea innegable el hecho de que el ayuno tiene consecuencias positivas en este último aspecto. “Sírvete de todo lo que es necesario para el cuerpo, de la forma debida, oponiéndotele (al cuerpo) en todo”.

Aquí, Evagrio hace una alusión a la definición clásica del monje, que el abbá Zacarías expresó con las siguientes palabras: “Forzarse a sí mismo en todo: he aquí lo que es el monje”.

El lector moderno, carente de suficiente formación e ignorante de la espiritualidad de los Santos Padres del desierto, no podrá leer semejante máxima sin aterrorizarse. Sin embargo, el texto de Evagrio ayuda a poner, al menos parcialmente, cada cosa en su lugar. Porque “forzarte/obligarte a ti mismo”, u “oponértele al cuerpo en todo”, no excluye abiertamente un cuidado racional del mismo. Al contrario, ese cuidado es reivindicado primero, para después ser limitado con una advertencia. Esta es la clave de todo. La “templanza” o “autocontrol” (enkrateia) no es lo mismo que torturarnos sistemáticamente hasta morir, sino que, al contrario, es ponerle un cerrojo a las tendencias destructivas del egoísmo, que nos llevan, poco a poco, a la muerte. En el interés del cuerpo mismo y, finalmente, porque el cuerpo y el alma constituyen una unidad, en el interés de la integridad de la persona humana. Por esto, se necesita de una resistencia enérgica contra las pasiones que nos pervierten y enajenan nuestro ser.

El siguiente texto del Praktikos es muy útil para entender esta actitud fundamental y positiva ante la vida, propia del monaquismo: “Decía nuestro maestro y benefactor, San Macario: el monje tiene que mantenerse preparado todo el tiempo, como si mañana mismo fuera a morir. Asimismo, tiene que servirse de su cuerpo como si fuera a vivir con él muchos años más. Porque lo primero aparta los pensamientos de la acedia y hace que el monje persevere más, en tanto que lo segundo ayuda a mantener sano el cuerpo, practicando una abstinencia equilibrada”.

El sano realismo de los Padres del desierto no podría ser formulado de una forma más concisa: la vida y la muerte se relativizan recíprocamente, son puestas en relación la una con la otra.

(Traducido de: Ieroschimonahul Gabriel BungeGastrimargia sau nebunia pântecelui — știința și învățătura Părinților pustiei despre mâncat și postit plecând de la scrierile avvei Evagrie Ponticul, traducere pr. Ioan Moga, Editura Deisis, Sibiu, 2014, pp. 86-87)