Las alas de la oración
La caridad debe significar cualquier acto de amor y misericordia: alimentar al hambriento, darle de beber al sediento, vestir al que no tiene con qué cubrirse el cuerpo, visitar al enfermo y al recluso, acoger al que no tiene hogar, cuidar al huérfano, etc.
Uno de los Santos Padres dijo: “Si quieres que tu oración se eleve directamente hacia Dios, debes darle las dos alas que necesita: el ayuno y la caridad”. Con estas dos virtudes prácticas se realiza la devoción de cada día. El ayuno, en general, significa abstinencia y una severa austeridad en el consumo de los alimentos. El propósito del ayuno es humillar y aligerar el cuerpo, para que se vuelva más obediente con el alma, porque un cuerpo ahíto y robusto reclama licencias y remisiones, nos induce a la pereza y nos impide pensar en Dios. Ciertamente, un cuerpo atiborrado pone ataduras al alma, la sofoca, hace con ella lo que quiere. Pero, atención: al ayunar con el cuerpo, debemos hacerlo también con el alma, cuidando nuestra lengua de pronunciar palabras malas e impropias, dominando nuestros apetitos y arrancando nuestras pasiones de raíz.
En lo que respecta a la caridad, la mayoría solemos usar ese título para nombrar la ayuda que les damos a los pobres. Pero la caridad no consta solamente en eso. La caridad debe significar cualquier acto de amor y misericordia: alimentar al hambriento, darle de beber al sediento, vestir al que no tiene con qué cubrirse el cuerpo, visitar al enfermo y al recluso, acoger al que no tiene hogar, cuidar al huérfano, etc. Eso sí, para que la caridad sea verdadera, todo eso lo debemos hacer sin jactarnos, y sin buscar el elogio de los demás y el reconocimiento de aquellos a quienes les hemos hecho el bien.
(Traducido de: Glasul Sfinților Părinți, Traducere Preot Victor Mihalache, Editura Egumenița, 2008, p. 351)