Cuando ayunamos, no es suficiente con abstenernos de consumir determinados alimentos, sino que también debemos ayunar espiritualmente. .

Existe el peligro de que, aún respetando los períodos de ayunos establecidos por la Iglesia, no obtengamos frutos de ello. ¿Por qué? Porque nos apartamos de las comidas, pero no del pecado; no comemos carne, pero sí las almas de los más necesitados; no nos embriagamos con vino, pero sí con los apetitos carnales; nuestro día transcurre ayunando, pero seguimos viendo cosas indecentes. De esta forma, perdemos todo el provecho de nuestro ayuno.

Por eso, el ayuno de los alimentos debe acompañarse del alejamiento de todo pecado, pero también de la oración y la lucha espiritual. Sólo así presentararemos un sacrificio agradable al Señor y obtendremos un gran provecho.

(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Problemele vieții, traducere de Cristian Spătărelu și Daniela Filioreanu, Editura Egumenița, p. 351)