Otros aspectos a tomar en cuenta para entender el ayuno
La recompensa no depende del tiempo que ayunemos, sino del esfuerzo que pongamos en ello.
Ante todo, hay que saber que el mandamiento más antiguo dado por Dios es el de ayunar. Veamos qué dice San Basilio el Grande: “¡Déjate humillar y vencer, hermano por la antigüedad y el rigor del ayuno, cuyo origen se remonta al del mismo mundo!”. El mandamiento del ayuno le fue dado al hombre en el Paraíso, antes de que el hombre cayera en pecado, porque Dios le dijo a Adán: “Comed de todos los árboles del Paraíso, menos del árbol del conocimiento del bien y el mal, porque pereceréis”.
La antigüedad del ayuno, como dije antes, es la del mundo. Por eso, cuando Dios le dio los diez mandamientos a Moisés en el Sinaí, no mencionó el ayuno, dicen los Santos Padres, porque este era mucho más antiguo, unos 4 108 años. El ayuno era un mandamiento que provenía desde los tiempos del hombre en el Paraíso. Así, no es por casualidad que, en la Iglesia de Cristo, el ayuno sea una disposición de vital importancia. El ayuno fue ordenado por el Señor, los Santos Apóstoles, los Concilios Ecuménicos de la Iglesia, y por todos los Santos Padres. Benditos y tres veces benditos los monjes y los laicos que ayunan durante los períodos establecidos para ello, al igual que cada lunes, cada miércoles y cada viernes, como lo enseña la Iglesia.
El ayuno, dice San Basilio, se practica según las posibilidades de cada quien. No todos pueden ayunar en la misma medida. Dice San Marcos el Asceta: “Del mismo modo en que el cobre se diferencia del hierro, y este de la maleza, así se diferencia una persona de otra. Por eso es que el rigor del ayuno se prescribe de acuerdo con las capacidades de cada individuo. Uno puede ayunar durante una semana entera, sin comer ni beber nada, y esto no le representa ningún problema. He conocido monjes que ayunaban de lunes a sábado, sin consumir absolutamente nada. Todavía hay algunos que son capaces de ayunar así. Pero hay otros que, con trabajo, ayunan desde la mañana hasta el ocaso. Pero, si lo hacen con fe, su recompensa puede ser mucho mayor que la de quienes ayunan una semana entera, pero sin luchar. Porque la recompensa no depende del tiempo que ayunemos, sino del esfuerzo que pongamos en ello”.
(Traducido de: Arhimandritul Ilie Cleopa, Ne vorbește Părintele Cleopa, ediția a 2-a, vol. 3, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2004, pp. 107-108)