El Señor, hijos míos, fue vendido en manos de los judíos, fue insultado, golpeado y crucificado, según su naturaleza humana. Fue vendido el Miércoles Santo, y el Viernes Santo fue crucificado. Así, hijos, si somos unos cristianos correctos, debemos ayunar siempre, pero especialmente los miércoles —día en que Él fue vendido— y los viernes, día en que fue crucificado.

Igualmente, tenemos el deber de ayunar en los otros períodos establecidos para ello, tal como el Espíritu Santo iluminara a los Santos Padres de nuestra Iglesia, dejando escrito que tenemos que ayunar para matar nuestras pasiones y someter nuestro cuerpo, que es un lobo, un cerdo, una fiera, un león. Especialmente, porque todos sabemos que es más fácil vivir con menos, y entendemos cuánto nos afecta comer mucho. Yo podría vivir con 100 gramos de pan al día. Y Dios los bendice, porque me son realmente necesarios. Pero ¿para qué habría de comerme 110 gramos? Esos 10 gramos adicionales están como maldecidos, porque son un desperdicio, y le pertenecen a aquel que está realmente hambriento.

Hijos, ¿respetamos los cuatro períodos de ayuno? Si somos cristianos, tenemos que respetarlos, especialmente el Santo y Gran Ayuno, de 40 días. ¿Ayunamos esos días (miércoles y viernes), y guardamos la pureza el lunes? También esto es algo bueno y santo.

(Traducido de: Viața și Învățăturile Cuviosului Mucenic Cosma Etolianul, Editura Deisis, 2001, p.134)