Palabras de espiritualidad

Sobre el ayuno de los monjes del desierto

  • Foto: Tudor Zaporojanu

    Foto: Tudor Zaporojanu

Translation and adaptation:

Una vez partían sus húespedes, volvían al ayuno riguroso, aún más severo que antes, para recuperar el terreno perdido.

En ninguna parte del Paterikón encontramos algún asceta ufanándose de haber derogado el ayuno, con tal de atender debidamente a sus huéspedes. Lo que sí aparece es que, en tales ocasiones, algunos de ellos suspendían su ayuno personal, que era mucho más severo que el establecido por la Iglesia. Comían, por ejemplo, vegetales crudos, legumbres humedecidas, hortalizas sin preparar o un poco de pan remojado. Y esto cada dos o tres días, si no es que con menos frecuencia.

De esta forma, si alguien venía a visitarles, hervían algunas legumbres u hortalizas y, si el calendario lo permitía, las rociaban con un poco de aceite o servían también un poco de vino. Todo esto, con el propósito de hacer un poco más gratos los alimentos y honrar adecuadamente a sus convidados. Ellos aceptaban el mismo trato, con mucha humildad, cada vez que salían de su retiro para ir a ver a alguien.

Pero, una vez partían sus húespedes, volvían al ayuno riguroso, aún más severo que antes, para recuperar el terreno perdido; les preocupaba no engañarse a sí mismos, utilizando la visita de aquellas personas como pretexto para atenuar su propia austeridad.

Cada vez que un asceta era recibido en visita por otros, decía el stárets Epifanio, éstos le servían un poco de vino (ya sea que el calendario lo permitiera, o aplicando la oikonomia para mitigar el cansancio del viaje). Y éste, por cortesía y con agradecimiento, lo bebía, sabiendo que al volver a su celda habría de permanecer sin probar agua tantos días como vasos de vino hubiera consumido en su visita. Por eso es que el discípulo del asceta —cuando le acompañaba en su viaje— solía pedir a sus anfitriones, a escondidas, que no se sirviera nada de vino.

(Traducido de: Crâmpeie de viața. Din viața și învățăturile părintelui Epifanie Teodoropulos, Editura Evanghelismos, p. 65)



 

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