Vencer nuestras pasiones con el auxilio del ayuno
La restricción de consumir ciertos alimentos (según las posibilidades de cada persona), tiene que ser un refuerzo, un auxilio en la lucha espiritual, un esfuerzo de sacudirnos la tiranía del cuerpo.
El ayuno cristiano se dirige al hombre en su integridad, cuerpo y alma. La restricción de consumir ciertos alimentos (según las posibilidades de cada persona), tiene que ser un refuerzo, un auxilio en la lucha espiritual, un esfuerzo de sacudirnos la tiranía del cuerpo, para que este no siga sometiéndose a sus pasiones. Y tiene que recordarnos constantemente el estado de oración y de lucha en el que nos encontramos todo el tiempo, para arrancar de nosotros las raíces de todos los males.
El ayuno significa, en general, abstinencia. Es un freno en la boca, para no juzgar más a nuestros semejantes; es un freno en los oídos, para dejar de escuchar las murmuraciones de unos contra otros; es un freno a nuestro orgullo, nuestra gula, nuestro desenfreno, nuestra mentira, nuestra envidia, nuestra inclinación a la bebida o a fumar. Si eres soberbio, lucha por dejar de serlo. Si eres mentiroso, o desenfrenado, ¡espabila y vence esas pasiones! Sin esta lucha, por más habichuelas y patatas que comas, no estarás practicando un ayuno verdadero. La restricción sobre ciertos alimentos es una ayuda, no un propósito en sí mismo.
Expulsando el mal que hay en nosotros, expulsamos también a su causa y origen, el demonio. Nuestra lucha en contra de este tiene que ser consciente, para echarlo de nuestro interior y del mundo. Venciéndolo, continuamos la lucha que Jesucristo libró en este mundo y que sigue librando hoy en día por medio de nosotros.
(Traducido de: Preot Boris Răduleanu, Semnificația Duminicilor din Postul Mare, vol. II, Editura Bonifaciu, București, 1996, p. 56)