El ayuno, herramienta de la perfección
Debido a que nuestra naturaleza es negligente y busca principalmente el descanso y los placeres, nuestro amoroso Señor, como un padre, nos dejó el medicamento del ayuno.
Tenemos un Dios clemente y amoroso, que no nos pide más de lo que podemos hacer con nuestras fuerzas. Y tampoco nos pide que nos abstengamos de comer y que ayunemos “por amor al ayuno”, o que permanezcamos un tiempo sin comer nada, sino que renunciemos a las cosas de este mundo y que utilicemos nuestro tiempo para las cosas espirituales.
Porque, si organizáramos nuestra vida con discernimiento, si utilizáramos el tiempo para dedicarlo a las cosas espirituales, si comiéramos sólo lo necesario para vivir y si dedicáramos toda nuestra vida a las virtudes, no necesitaríamos del auxilio que nos ofrece el ayuno.
Sin embargo, debido a que nuestra naturaleza es negligente y busca principalmente el descanso y los placeres, nuestro amoroso Señor, como un padre, nos dejó el medicamento del ayuno, para que nos ayude a desprendernos de los placeres y nos conduzca, de las cosas de este mundo, al trabajo de lo espiritual.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Omilii la Facere, omilia X, I, în col. PSB, vol. 21, p. 116)