Palabras de espiritualidad

El ayuno nos da una oportunidad más para salvarnos

    • Foto: Ioana Zlotea

      Foto: Ioana Zlotea

¡Cuántos de nosotros permanecemos indiferentes, dispuestos a pasar el tiempo como siempre, consintiendo los apetitos del cuerpo y los pensamientos! Hasta pensamos que ellos —los que ayunan— pierden, y nosotros ganamos. ¡De hecho, nosotros somos los que perdemos, y ellos son los que ganan!

Para que su influencia en nosotros sea más poderosa, las siguientes palabras del Apóstol deben resonar incesantemente en nuestros oídos: “¿O es que desprecias la grandeza de Su bondad, de Su paciencia y de Su generosidad, y no te das cuenta de que la bondad de Dios te empuja al arrepentimiento? Tú, con tu corazón impenitente y duro, estás amontonando castigos para el día del castigo, cuando se manifieste el justo juicio de Dios (Romanos 2, 4-5).

Está claro que muchos de entre nosotros están dispuestos a acatar las palabras del Apóstol. Pero ¿no es que también hay algunos que vacilan con su espíritu y debilitan su corazón? ¡Al menos, apiádense de ustedes mismos! ¡Renuncien, así sea por un minuto, a su terrible negligencia en todo lo que concierne a la salvación, y retomen el camino! Por otra parte, hay tantos que, desde el primer día de ayuno, asumen para sí los sacrificios de la abstinencia y se preparan para recibir la Santa Comunión. ¡Pero cuántos de nosotros permanecemos indiferentes, dispuestos a pasar el tiempo como siempre, consintiendo los apetitos del cuerpo y los pensamientos! Hasta pensamos que ellos —los que ayunan— pierden, y nosotros ganamos. ¡De hecho, nosotros somos los que perdemos, y ellos son los que ganan! Ellos reciben el perdón de sus pecados, sus conciencias se llenan de paz y se reconcilian con Dios; además, se unen con el Señor por medio de los Santa Eucaristía y empiezan a gustar la dulzura de la vida agradable a Dios. Pero en nosotros pervive el mismo desorden de siempre y la agitación interior de costumbre, el mismo descontento y la misma amargura, el mismo saco de pecados y pasiones, la misma desesperanza y tormento, que no hacen sino alimentar el peso de nuestro estado ante aquellos que se han enmendado y han empezado a gozarse con la rectificación de sus vidas.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Pregătirea pentru Spovedanie şi Sfânta Împărtăşanie. Predici la Triod, Editura Sophia, Bucureşti, 2002, p. 66)